28 febrero, 2007

McDonald

¿Os acordáis de McDonald? No Ronald, sino Eng. Mi profesor de cocina de Singapur, hace ya un mes.

Parece mentira cómo pasa el tiempo. Ayer, en el autobús que nos traía desde Bangkok hasta Kanchanaburi, le hacía esta pregunta a José: "José, ¿te puedo hacer una pregunta?" (Pregunta preámbulo, que durante unos segundos tiene al Junior desubicado y en estado de alarma, como niño que presiente no tener pie en la piscina y busca desesperadamente algo a lo que asirse) "Llevamos viajando un mes, ¿cómo se te ha pasado el tiempo?" (Uf, falsa alarma, mi niño vuelve a sentirse a salvo) Contesta como el rayo: "Volando".

Pues sí, como se nos pasen los diez meses restantes así de rápidos, dentro de nada ya estamos en casa… aunque, la verdad, yo firmaría para que esos diez meses sean tan buenos como el que acaba de escapársenos. En un mes que llevamos trajinando, todavía no hemos tenido una intoxicación alimenticia, todavía no nos hemos puesto realmente malitos (no nos ha picado el mosquito tse-tsé, ni hemos pillado la dengue), el Junior todavía no se ha mareado en el autobús (ni en el ferri, ni en el barco, ni en el taxi), todavía no nos hemos tirado los trastos a la cabeza, todavía no hemos perdido nada, todavía no nos han robado y, si nos han timado, todavía no nos hemos dado cuenta. Como diría Borat, "great success".

Bueno, volvamos al McDonald, a ver si al menos puedo cumplir una de mis dos promesas. La primera, os la hice desde Melaka, y consistía en contaros mis experiencias culinarias en Singapur. La segunda, desde Koh Lipeh, en que este texto sería corto. Pues venga, a cortar el rollo.

A las ocho de la mañana empezaba el cursillo en la academia "Sun-Rice", en el Fort Canning Centre. Este sitio no me quedaba precisamente cerca del hostal, así que me pillé un autobús y sólo llegué un par de minutos tarde. Ya estaban todos mis compañeros esperándome: dos señoras muy británicas (amantes del té y de la botánica), un matrimonio de abogados americanos afincados en Micronesia y Alison, una chica del Bronx que ahora vive en Corea y que fue mi pareja durante las prácticas.

McDonald Eng nos ofreció unos paraguas para que le siguiésemos por el jardín de especias. La lluvia me resulta familiar y refrescante, con lo que el pequeño paseo se me hizo aún más grato. Las británicas también estaban encantadísimas, todo les parecía "requetelovely" e hicieron muchas fotos del jardín. Eng nos deleitó con sus conocimientos sobre plantas y especias. ¿Sabéis de qué color es la planta del curry? Si vuestra respuesta ha sido amarilla, roja o azul, por favor leed la respuesta correcta a pie de página.

Después del paseo y de un pequeño tentempié, nos sentamos a observar las demostraciones del chef. En poco más de media hora consiguió cocinar cinco platos, a la par que dar explicaciones y contestar a nuestras muchas preguntas, todo ello sin perder la sonrisa. Qué ejemplo de autocontrol.

"McDonald", se lanza una inglesa, "en mi país no es fácil encontrar hojas de bananero, ¿qué podríamos utilizar instead?".

"Bueno, si no tenel hoja de bananelo, puede usal papel de cocina".

Arremete dos segundos más tarde, "McDonald, ¿podemos usar jengibre en lugar del galangal? En mi país, no tenemos galangal".

"Sí, jengible está bien, no como galangal, pelo palecido".

"McDonald, creo que tampoco encontraremos esta clase de nueces en nuestro país…"

"Bien, nueces no muy impoltantes, puede usal almendlas y no se nota nada".

"McDonald, ¿y qué podemos usar para reemplazar las hojas de laksa?".

"Señola", suspiró, "si usted no tiene hojas de laksa, no podel cocinal Laksa".
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Ya no le hicimos más preguntas al bueno de Eng. Aunque el hombre seguía sonriendo, intuimos que nos habíamos pasado de la raya. Lo de las hojitas de laksa equivaldría a preguntarle al Arguiñano que cómo se pueden hacer los pimientos del piquillo sin pimientos.

Después de las demostraciones, nos tocó el turno de echar manos a la masa. En pocos minutos, realizamos un menú completo: entrada, plato principal y postre. El señor McDonald hacía lo posible por supervisarnos, pero esta tarea se le iba un poco de las manos. Y es que el abogado, único varón de la clase, dio mucha guerra: no sólo logró echarle sal al postre (y eso que teníamos todos los ingredientes ya preparados en su justa medida y envueltos en bolsitas individuales), sino que también se las ingenió para incendiar su hornillo. Sospecho que, de manera más o menos inconsciente, pretendía enviar un mensaje subliminal a su esposa. La abogada no dio muestras de asombro.

Tras apagar el incendio y acompañarnos durante la comida (sí, sí, el americano se tuvo que comer su postre salado), McDonald Eng nos entregó nuestros diplomas y se despidió de nosotros con su imborrable sonrisa. Ésta debía de ser genuina, de puro alivio al deshacerse de nosotros...

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.


Solución: ¿Quién dijo azul? No hombre, no. La planta del curry, como todas las plantas, ¡es verde! El curry en polvo es amarillo, porque está mezclado con otras especias. De hecho, lo que menos lleva es curry.


(Escrito por ella desde Kanchanaburi, Tailandia, 22/02/07)

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