24 julio, 2007

Carretera y Océano

Creemos fervientemente que Australia no es ciudades sino campo (con más desierto que hierba, eso sí), de modo que después de unos días en Melbourne a la vuelta de Tasmania, decidimos alquilar un coche para hacer por nuestra cuenta el trayecto a Adelaide, recorriendo la ¨Great Ocean Road¨. Aunque oficialmente son unos 400 Km, es desde Torquay a Warranambool donde hay unos 150 Km de carretera que se pueden calificar de espectaculares. Por un lado el océano, con playas y acantilados. Al otro lado del arcén, boscosas montañas. Conducir esta ruta es una desgracia porque el acompañante no dejará de exclamar “¡oh!”, “’¡ah!” y “¿has visto eso?” y a uno le tocará sujetar firmemente el volante y responder, con mala leche apenas contenida, “Pues claro que no, ¿no ves que estoy conduciendo?”. Para evitar esa situación, Isabel y yo nos fuimos turnando a la hora de manejar el Mitsubishi Lancer (habíamos alquilado un pequeño y gris Hyundai Getz pero nos entregaron este sedán blanco y seguí la máxima de “Nunca preguntes porqué te dan algo mejor de lo que has contratado, si no te va a costar nada”).

El primer día de viaje por la Great Ocean Road batimos un record: salimos de Melbourne y la primera noche la hacemos…a una hora de allí, en Geelong. Por una cosa u otra, hemos salido tarde, al principio nos diluvió y no pude acelerar mucho y nos encontramos con que se ha va a hacer de noche pronto así que dormimos en la mejor opción (la mas barata, 55 AUD la habitación doble), el Inta National Hotel. Debajo hay un pub y actuaciones.. Porque me quedo despierto (mientras Isa intenta conectarse a Internet) leyendo folletos y preparando nuestra ruta hasta Adelaide – conforme a la costumbre que hemos adquirido desde Enero, esperamos hasta la víspera o al mismo día para informarnos sobre lo que vamos a hacer…cuando ya lo estamos haciendo - que si no igual me hubiera molestado el ruido de la música en directo que llegaba a través del suelo. O de las paredes, cada vez que alguien abría la puerta del segundo piso (no quiero imaginar lo que hubiera sido querer acostarse pronto y estar alojado en el primer piso). A Isa lo que le molesta es el olor del pub, una mezcla de cebada fermentada y humo y sudor viejo (más reciente es el humo, porque hasta hace unas semanas no entró en vigor la Ley que nos protege a los no fumadores de la agresión irrespetuosa de los adictos a la nicotina, impidiéndoles a ellos fumar en bares y restaurantes).
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Un pequeño madrugón al día siguiente. A las 9 salimos pitando de nuestra caliente camita para evitar que el eficiente servicio de la ciudad nos obligue a introducir unas monedas en el parquímetro electrónico (y para aprovechar el día mejor que la víspera, claro). Antes de escapar un peculiar personaje me entretiene en la cocina y me ameniza mi café. Un metro ochenta, sombrero encajado hasta las cejas, barba y largo peno canos, abrigo abrochado hasta el cuello. En un inglés apenas inteligible me habla del Islam, los conquistadores españoles, una novia española que tuvo y los vascos. Menciona la Leyenda Negra y habla de las matanzas que los conquistadores hispanos cometieron con los indios en centro y Sudamérica. Yo le comento, sin querer entrar en polémicas pero harto de esa exageración alimentada por nuestros enemigos británicos de la época, que algo así hicieron los ingleses con los aborígenes australianos ¿verdad? (y los americanos con sus indios, y los franceses en Indochina, y los japoneses en Corea, y todas las potencias europeas en África…pero, pobre de ti, es España a la que todo el mundo recuerda).

En Anglesea desayunamos y nos acercamos al campo de golf local, no para practicar este deporte sino para observar como los jugadores comparten la hierba pacientemente con una colonia de canguros que allí habita. No es la única de las interrupciones del viaje. Hacemos paradas en la carretera, muchas paradas, maldecimos nada en silencio cada mirador que ha construido con una total falta de escrúpulos el Gobierno para que los turistas podamos disfrutar del paisaje. .Bajamos a una playa, vemos unas cascadas, nos acercamos a un faro, nos detenemos a ver el memorial a los constructores de la carretera (soldados retornados de la I Guerra Mundial que se encontraban sin empleo y para los que se decidió esta obra, y otras, de tal manera que pudieran tener un sueldo digno y una oportunidad laboral).


Y no somos los únicos incapaces de hacer el trayecto sin interrupción. En un recodo de la carretera empezamos a ver coches detenidos y conductores mirando hacia arriba. ¿Un meteorito? ¿Una invasión alienígena? ¿Una lluvia de cometas? Ni fenómeno astronómico ni bélico sino una adorable criatura. Koalas, subidos a eucaliptos, comiendo sus hojas unos, dormitando aferrados a sus troncos, otros. A tres o cuatro metros de distancia, casi ajenos al revuelo que despertaban más abajo, un peludo marsupial estiraba sus bracitos para alcanzar una suculenta hoja y más de una deseaba que se cayera al suelo en esta acción para poder acariciarlo a placer.


La noche la hacemos en Port Campbell, una enorme población de 300 habitantes, en el "Ocean House Backpackers". Llegamos apenas a las siete y ya estaba cerrando la oficina (y todos los negocios del pueblo, creo yo). Para el alojamiento se nos ofrecen dos posibilidades: cabina en el camping park (de los mismos dueños, aparentemente) por 45 AUD por persona o la habitual litera en un dormitorio de mochileros por solo 25 AUD. Yo pregunto de cuanta gente es la habitación y cuanta gente hay y la respuesta es que está vacio. Ni una milésima de segundo para decantarnos por esa opción. Y resulta que el precio final son 22,5 AUD por un motivo que ni se nos ocurre preguntar (ver mi comentario sobre el Lancer en vez del Getz). Así que dormimos en una casita en frente del mar con dos cocinas, tres cuartos de baño, una terraza, un living room, 5 habitaciones con 26 camas…y todo para nosotros solos.

Al día siguiente vemos los "Doce Apóstoles", que resultan no ser tan espectaculares (como ya decía Dani) pero aún así merece la pena pasar a ver estas formaciones rocosas a las que el mar ha aislado de la costa y que acabará engullendo (cada vez van quedando menos conforme a la fuerza del océano erosiona y debilita su base y hace pocos años uno de ellos acabo derrumbándose y ahora reposa, junto a varios de sus condiscípulos, en las profundidades). Parece que trae mala suerte pensar o decir que no es para tanto el monumento natural. Unos kilómetros más allá, en el camino a Gibsons Steps damos un mal paso y al girar para salir de la carretera principal al coche le revienta un neumático sin mayores consecuencias que las habituales: un hombre ensuciándose las manos para cambiar la rueda mientras una mujer contempla la escena, maravillada por la destreza, ingenio y efectividad de cada uno de sus masculinos movimientos. Nos resarcimos esa misma tarde, parando en Timboon para pecar: degustación de quesos y compra de dos deliciosos (un fuerte azul y un cremoso brie) acompañados de una botella de vino local.


Esa noche nos quedamos en Portland, pero no en la habitación de un hotel. Dormiremos en una caravana, gentileza de Olivia y Harold, que tienen varias habilitadas como habitaciones para sus huéspedes. En los alrededores de la ciudad queremos ver Cape Nelson (otro bello faro), Blowholes (pensaba que eran como los Bufones de Llanes), el Bosque Petrificado (más arboles que bosque, aunque es llamativo) y la Yellow Rock (lo mejor de todo…y mi cámara se niega a funcionar). Antojo de Isabel con discusión de 0,5 segundos: sea una amiga, hermana, mujer o madre, ellas siempre ganan. Nos quedaremos otra noche porque ella tenía ganas de viajar en caravana pero el invierno se lo negó así que ahora se va a resarcir. Hago una llamada a Thrifty para extender el alquiler del coche un día mas. Al cabo de cinco minutos, hago una segunda llamada porque en la primera les di mal el numero de matricula (no me la sabia ni la tenia apuntada, así que salí de la cabina, mire y…me fije en el coche incorrecto). De todos modos, la empleada de la oficina de Melbourne no debía tener ni el ordenador encendido porque me dijo que si a todo, incluyendo el número de matricula, y no me comentó nada del pago. Es como Isabel, cuando hacemos las compras de comida para los viajes nunca me comenta nada del pago o de la cantidad que nos hemos gastado.


Y luego me pilla desprevenido y me da el susto.



Nota: Nosotros optamos por alquilar un coche y recorrer a nuestro, lento, paso la Great Ocean Road pero si no disponéis de mucho tiempo existen operadores turísticos que os llevaran a los 12 Apóstoles en un viaje de un solo día. Preparaos para madrugar mucho. He dicho mucho. En el momento en que sois dos o más personas merece la pena alquilar un coche…o comprárselo de segunda mano si vais a estar recorriendo Australia más de cuatro o cinco semanas.


(Escrito por él desde Uluru, Northern Territory, Australia, después de haber disfrutado de la puesta de sol enfrente de Ayers Rock, - la víspera de darse un madrugón para, desde otro punto, ver amanecer y luego turnarse para conducir unos 441 Kilómetros hasta Alice Springs – el 30 de julio de 2007)

2 comentarios:

SHAMISENN dijo...

Usted siga alquilando coches de inframarcas de la automoción, que luego vendrán los llantos.
Eso sí, cuando quiere aparentar ser usted un pudiente muncovita en su tierra natal, aparece con PEYOTES coupé cabrios descapotados, ondeando al viento su melena.

avistu dijo...

Si le corroe la envídia, aplíquese usted una capa de barniz antioxidante. Yo alquilo, oiga, alquilo porque soy pudiente. Si no lo fuera, haría como usted, pobre labriego venido a poco más, y compraría piso y coche. Yo no, porque aún hay clases.

Y ya verá como me presento la próxima vez con un tren, si me viene en gana.