La cabeza que se encuentra mas al sur es Hong Kong. Durante más de cien años, colonia británica de facto y oficializada en 1897, cuando también se acordó que la soberanía volvería a manos chinas en la entonces lejana fecha de 1997. Llegó ese momento y, mediante la fórmula que ya en otro texto he mencionado de ''Special Administrative Region'' y el mandarín adagio ''un país, dos sistemas'' , Beijing puso un pie en la isla. Inicialmente acogido con temor y preocupación, los diez años transcurridos desde entonces no han mermado ni un ápice la tremenda potencia económica de este conglomerado de islas y península en el que conviven la alta tecnología, las elevadas y masificadas torres de viviendas y la extraña sensación de estar en un reducido Londres asiático. Merced a una moderna y eficaz red de metro (MTR) y una extensa serie de líneas de autobús, nunca se está a más de 20 minutos del centro (excepto en hora punta, claro, para el transporte de superficie)
Pasear por sus calles es encontrarse con autobuses de dos pisos que circulan flanqueados por rascacielos y altos edificios de los que cuelgan anuncios de todo tipo de productos y negocios. Si nos apartamos hacia un callejón secundario, nos asaltan los familiares olores de especiada comida que recordamos de Kuala Lumpur o Vientiane. En los comercios no es ningún problema dirigirse a un dependiente en inglés, ya sea para ordenar un sencillo menú o para adquirir una complicada cámara SLR Digital de último modelo (y entre un 20 y un 50 por ciento mas barata que las mejores ofertas online de Europa).
Es una ciudad que nunca duerme. Sus centros comerciales abren hasta medianoche, su puerto no deja de recibir mercancías y a cualquier hora es posible encontrar un establecimiento de comidas en el que recuperar fuerzas con una sopa de fideos o un plato de pato asado con arroz. Según los estándares asiáticos, que no europeos, el alojamiento aquí no es barato pero los precios de un desayuno, comida o cena son comparables a los de Bangkok. Aunque, si uno quiere, también se puede gastar cientos de euros en una opípara comida con un servicio impecable y con unas estupendas vistas a la bahía. Si lo hace a las ocho de la tarde, disfrutara además de un espectáculo de música y luz en el que los intérpretes son rascacielos. Coordinadamente, al compás de melodías clásicas, se encienden luces en las fachadas de distintos y emblemáticos edificios a ambos lados de la franja marina. Es gratuito y dura unos veinte minutos. Mi recomendación es verlo desde la Avenida de las Estrellas, en Kowloon, pues mas lejos (como en el mirador del Monte Victoria) no llega el sonido y la acción es menos espectacular.
Menos espectacular es también la otra cabeza del dragón. Mas al Norte, a un día de viaje por tren, se encuentra su gran rival, Shanghai, con sus fábricas, caos circulatorio, comercios y cerca de dieciocho millones de habitantes. A los ojos de los burócratas y altos cargos del Partido Comunista, é
Dadles teléfonos móviles, canales de televisión, coches y ropa de lujo. Construid rascacielos y urbanizaciones lujosas. Abrid casinos en Macau y que vengan en masa a fotografiarse (de espaldas al arquitectónicamente ecléctico pero histórico Bund) frente a las esferas de la torre de comunicaciones de Shanghai. Cambiadlo todo para que nada cambie, parecen pensar los jerarcas comunistas.
Ante la perspectiva de una vida de miseria y pobreza en el campo, muchas son las polillas atraídas por las luces de la gran ciudad.
Nota: Cuando yo subía a Beijing, ellos bajaban desde allí, pero no puedo dejar de mandarle un saludo a Meneleo, Mikaelos, Eva (con los que compartí dos días y una noche bajo el mismo hospitalario techo) y Cosme, a quien conocí en una cena de CouchSurfing. Y, por supuesto, a mi anfitriona y sus dos preciosos gatitos, que nunca se estaban quietos y descubrían en mis playeros, mochila o yo mismo, un nuevo campo de juegos. Sierra solo lleva tres semanas en el país, aprendiendo mandarín a marchas forzadas rodeada de vecinos chinos y dando clases de Historia en un colegio internacional, pero a esta oriunda de Vermont no le arredran los desafíos (como el de hospedar a un españ
(escrito por él desde Beijing, China, el 27 de agosto de 2007, la vispera de iniciar un largo y complicado viaje hasta Ulaan Baator, Mongolia)
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